Por todas esas cosas que nos atrevemos a hacer.
A veces, solo unas pocas, nos da por hacer cosas que en otra etapa de nuestra vida no las habríamos llevado a cabo ni en nuestros mejores sueños, o peores pesadillas, según cómo lo pensemos.

¿Qué puede salir si juntas a dieciséis personas en una escuela de urban dance? Se podría imaginar que cualquier cosa, ¿no? Pues sí, pero con puntualizaciones.
Cuando pisas un escenario por primera vez, te tiembla todo. Podrías pensar que tiene que ser parecido a una presentación de libros o una firma. Os equivocáis, mucho. Es todo eso elevado a la enésima potencia. Es una mezcla entre, un subidón de adrenalina y pánico a hacer el ridículo, junto a la certeza de que en ese preciso instante, en tres míseros minutos, te están juzgando. Nos están juzgando.
Suena muy dramático estilo «Fama», lo sé. En el fondo no lo es tanto. Sin embargo, es la única forma que se me ha ocurrido de comenzar este breve relato.
Ahora viene lo bueno: la ilusión con que se hace y la gente maravillosa de la que te rodeas.
Dieciséis personas más la paciente profesora.
Lo que quiero hacer antes de despistarme es daros las gracias por esta temporada. Sois magníficos. Son quince nombres, quince personas estupendas que no conocía de nada y me han enganchado a esta droga que es el baile. Y por supuesto a la artífice del milagro. Y cuando hablo de milagro, lo digo por el que ha hecho con este cuerpo serrano que era de barra fija.
Salir a un escenario no es fácil. A mí, en particular, me sitúa en un nivel de nervios que si me pinchasen antes de comenzar, explotaría como un globo. Sin embargo, justo en ese instante el que te arrepientes de haberte metido en ese berengenal, miras sus caras y compruebas que esto es un equipo y que sus nervios son parecidos a los tuyos, pero sobre todo, ves emoción. Y eso, queridos y queridas lectores, es como el anuncio de las tarjetas de crédito, no tiene precio.
Si supierais el esfuerzo que hay detrás de esos tres minutos…
A pesar de que la primera competición no es hasta febrero o marzo, los ensayos comienzan en septiembre, así como en el colegio.
Cuando te enseñan por primera vez la coregrafía te sientes como las vacas que miran pasar el tren. O sea, ves algo raro, pero no te enteras de nada. Sobredosis de información que solo se atenúa con una ronda de copas. Es eso o hacer el payaso sobre unas colchonetas como si tuviésemos cinco años (terapéutico, os lo aseguro).

Podría decir que los ensayos son duros, sin embargo incurriría en un pequeña mentira porque, aunque le dedicamos muchas horas, tenemos nuestros momentos de asueto y cachondeo y ahí es donde se forma el grupo, las palabras sobran y el grupo se converte en piña.
Ellos no lo sabían y ahora se enterarán. soy muy observadora y me fijo en todos sus gestos. Sus ojos dicen mucho, sus sonrisas más.

Es fácil enamorarse de personas cuando te ofrecen su ayuda desinteresadamente y por el bien del equipo. Eso es Elementazos.
El trayecto hasta la primera competición es complejo, pero lleno de grandes instantes que nos quedan grabados en la memoria, bueno en la de algunos más que en la de otros. Es lo que tiene la edad. Al final todo se resuelve entre platos de comida.
Ensayos y más ensayos. Domingos hipotecados que merecen la pena más de lo que imagináis. Interludios que levantan los ánimos y eliminan vergüenzas.
La semana antes de la primera competición es cuando los nervios se aceleran, aunque siempre hay alguien dentro del grupo que minimiza las consecuencias. Se agradece.
Y llega el día.
Un paso, dos y ¡comienza la competición!


Y después de ese esfuerzo llega la recompensa, que no solo es el premio, es lo que te llevas a casa, el cariño de gente estupenda que se ha ganado tu corazón.
Tres minutos no son nada. Tres minutos son ciento ochenta segundos, pero para llegar ahí hay detrás diecisiete personas con un trabajo enorme.

Gracias a Elementazos he descubierto cosas nuevas de mí. Gracias Inés, Endika, Mariví, Ana, Txerra, Esther, Montse, Katy, Alberto, Jose, Aure, Lady, Amaia, Rober, Ainoa, Marta y por supuesto, gracias mil a Amaia e Isa que son nuestras mejores supporters y aportan luz en las competiciones. Elementazos no sería lo mismo sin vosotras.
Tres minutos, tres son los que quedan para el próximo ensayo.